La Estrella Errante LA ESTRELLA ERRANTE Una película de Alberto Gracia En 1984 Rober y su banda Los Fiambres sacaban su primer y único LP titulado El lado oscuro del Rock and Roll. 30 años después Rober viaja a Vigo pare encontrarse con Nacho, un amigo fotógrafo. Allí descubre que en este tiempo todo ha cambiado. Ni él ni Vigo parecen estar presentes. Tal vez la única salida sea encontrar a Ronnie. ¿Será la playa el lugar deseado?

Título: LA ESTRELLA ERRANTE

Duración: 67 min.

Color: Color

Formato de grabación: HD

Idioma original: Castellano

País de producción: España

Producción: El Horlá

Coproducción: Zeitun Films · El Viaje Films

Año de producción: 2018

Con Robert Perdut y Nacho Alonso

 

Director y Guionista: Alberto Gracia

Director de fotografía: Mauro Herce y Alberto Gracia

Sonido directo: Amanda Villavieja

Diseño sonoro: Alberto Gracia y Berio Molina

Montador: Alberto Gracia

Música: Jonay Armas

Productor: Alberto Gracia

Coproductores: Felipe Lage Coro · José Alayón

FESTIVALES Y PREMIOS

Rotterdam International Film Festival (Países Bajos)

SEFF Festival de Cine Europeo de Sevilla. Premio DELUXE Las Nuevas Olas No Ficción

Dock of the Bay San Sebastián. Premio al Mejor Documental Musical

FICCI Festival Internacional de Cine de Cartagena (Colombia)

Festival Márgenes

FIDOCS Festival Internacional de Documentales de Santiago de Chile

Black Canvas Festival de Cine Contemporáneo de México

Transcinema Festival Internacional de Cine (Perú)

Festival Cinematográfico Internacional del Uruguay

Notas del director

La Estrella Errante trata de ser fiel, tanto a nivel formal como conceptual, a la naturaleza abstracta de la imagen digital de alta definición.

Es una película fiambre, porque trata de no-muertos, porque es fría y porque es un alimento rápido para ojos hambrientos.

Parte de una información, entendida esta como la unión improbable de dos elementos, para generar un discurso cercano al televisivo y al relacionado con las plataformas digitales de videos amateur, a la vez que al cinematográfico.

A través de guiños al metacine y dejando por momentos de lado la verosimilitud, abordo con crudeza el desencanto que supone el presente eterno de la imagen (su presencia constante) y la representación imposible. Es la promesa de la imagen de significar algo, que acaba siempre en frustración. A la paradoja de que ver es perder (pues nos es imposible verlo todo), se le une la de que el deseo y la mirada son las bases de nuestra relación interpersonal como imágenes, como seres de luz que han perdido su cuerpo (algo ya de por sí consustancial a la propia relación entre deseo e imagen).

El montaje roza lo psicótico y contrasta con la hegemonía del sonido, recalcando que en estas imágenes sin alteridad, el sonido manda, con independencia de lo que ello supone a un nivel identitario tanto para los personajes como para los lugares y la propia película.

La premisa es clara: si el lenguaje no significa, y el olvido es el pilar de nuestra relación psicotrópica con la imagen, ¿Dónde están nuestro yo y el mundo? ¿Cuál es el lugar de la muerte y cuál el del silencio? ¿Será el canto la expresión fantasmal de la infancia perdida?

¿Será el recuerdo la solución del enigma que nos constituye? ¿Será el cine el lugar del recuerdo pero también el del olvido por exceso de recuerdos? ¿Qué es lo que nos depara la inmersión de la imagen digital en la antaño imagen analógica y por ende representativa de la fotografía y el cine? ¿Por qué nos hemos convertido todos y todas en cineastas?

Preguntas que son su respuesta, preguntas que son respondidas con preguntas, por los hijos monstruosos e inmortales de la razón que se han hermanado en la visión. Buscándose en sí mismos a sí mismos, sin cesar. A golpe de like con el biógrafo montado en su mochila.

Unos personajes masculinos disfuncionales plantean estas preguntas en un mundo uterino, maternal, donde nadie sabe a dónde van a parar las cosas corrientes, que no se pueden contar. Personajes históricos que ya no tienen historia más allá de su identificación narcisista con la imagen.

¿Será la muerte la única salida a esta falta de sentido?

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